Bartolo, el Echao Pa'trás

Nadie sabía como se llamaba en realidad, pero todo el mundo le llamaba Bartolo. Bien es cierto que nadie se había preocupado en averiguar su nombre, aunque sí se sabía que le llamaban así porque siempre llevaba puesta alguna camiseta de Bart Simpson, de las cuales poseía una extensa colección .

Bartolo siempre caminaba echado hacia atrás y llevaba los brazos colgando, como si sus pies fueran más rápidos que su cuerpo y sus brazos y cabeza hicieran de ancla; sus piernas tenían prisa, pero su cabeza no, y era una cabeza tan, tan terca, que se empeñaba en tirar hacia atrás para no moverse del sitio en el que ya se había acostumbrado a estar. Y así caminaba, con la cabeza tirando hacia atrás, los brazos empujando hacia abajo y los pies adelantados, tratando de mover todo el bloque que suponía el resto del cuerpo. Cada vez que caminaba se producía una lucha sin cuartel en la que a veces ganaban los pies y a veces la cabeza: si ganaban los pies, la cabeza los seguía, pero siempre con desgana, pues casi nunca sabía por qué sus pies tenían tanta prisa; si ganaba la cabeza, todo el cuerpo permanecía en el sitio en el que estuviera, pero, como los pies tiraban incluso estando quieto, la posición de Bartolo quieto nunca era vertical, sino diagonal.

Él quería hacerle más caso a su cabeza que a sus pies, ya que le gustaba tomarse la vida con calma, pero a veces, sobre todo cuando le metían prisa, no tenía más remedio que seguir, cabizalto, a esos pies, que prácticamente tiraban de todo el cuerpo. Cabeza hacia atrás, pies hacia adelante, brazos colgando..., ciertamente unos andares peculiares.

A Bartolo le gustaba observar a la gente, y no entendía por qué todo el mundo corría tanto; le daba la sensación de que corrían mucho para poder hacer muchas cosas, simplemente por hacerlas y poder decir a los demás lo ocupados que estaban. Se había percatado de que la gente corría más si se sentía observada al realizar sus tareas, y más si el observador era una persona de cierta importancia. Veía cómo la gente se aceleraba también cuando quería eludir algún posible compromiso: cuando se acercaba alguien que quizá fuera a pedir ayuda; cuando alguien, quizá necesitado de cariño, se acercaba a contar sus batallitas; cuando un repartidor de publicidad ofrecía un folleto... Las personas andaban con prisa hasta para disfrutar, iban corriendo porque llegaban tarde para ver a los amigos, se tomaban una cerveza rápida, contaban chistes rápidos, echaban una sonrisa rápida a un bebé...

Bartolo les miraba sin entender nada de nada, puesto que... (continuará)

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