Con este texto quedé segundo en el 7º certamen Albanta 3.0 –Este sitio es perfecto, aquí es donde lo haré, ya está decidido... – dijiste con una sonrisa entre sarcástica y melancólica. Aquella terraza era la mejor de la casa, amplia, cuadrada, con una gran voladizo que le daba el aspecto de estar suspendida en el aire. Con mucho mimo hicimos de ella un lugar acogedor, nuestro sitio para comer, cenar, contarnos las cosas del día, donde reír, llorar, hacer el amor... Era el lugar de la casa donde mejor se respiraba en el largo y caluroso verano; siempre corría una agradable brisa que amainaba el calor. Desde aquella barandilla de hierro forjado que tú te empeñaste en pintar en azul “así se camufla con el mar...” contemplábamos abrazados unas espectaculares puestas de sol “mira, parece que nuestro mar se incendia”. –No digas tonterías, me estás asustando. Anda, dame un beso, que me voy a currar –me abrazaste largamente y me plantaste un sonoro y cálido beso... Nunca llegué a saber cuándo