Nadie sabía como se llamaba en realidad, pero todo el mundo le llamaba Bartolo. Bien es cierto que nadie se había preocupado en averiguar su nombre, aunque sí se sabía que le llamaban así porque siempre llevaba puesta alguna camiseta de Bart Simpson, de las cuales poseía una extensa colección . Bartolo siempre caminaba echado hacia atrás y llevaba los brazos colgando, como si sus pies fueran más rápidos que su cuerpo y sus brazos y cabeza hicieran de ancla; sus piernas tenían prisa, pero su cabeza no, y era una cabeza tan, tan terca, que se empeñaba en tirar hacia atrás para no moverse del sitio en el que ya se había acostumbrado a estar. Y así caminaba, con la cabeza tirando hacia atrás, los brazos empujando hacia abajo y los pies adelantados, tratando de mover todo el bloque que suponía el resto del cuerpo. Cada vez que caminaba se producía una lucha sin cuartel en la que a veces ganaban los pies y a veces la cabeza: si ganaban los pies, la cabeza los seguía, pero siempre con desgana